Colombia Rural
Colombia es más rural de lo que pensamos. Pero por casi cuarenta años, la
progresión del proceso de urbanización como la ruta privilegiada hacia la modernización
opacó esa realidad. Según el Informe, no el 25% sino el 32% de los colombianos
son pobladores rurales, y en las tres cuartas partes de los municipios, cuya área
ocupa la mayoría del territorio nacional, predominan relaciones propias de
sociedades rurales
El país entró a la modernización sin haber resuelto el problema agrario,
porque siempre pensó que el país era más urbano que rural. Construyó un modelo
de desarrollo que conlleva al fracaso del mundo rural, rindiéndole más culto al
mercado que al Estado, lo cual amplió las brechas entre lo urbano y lo rural. Y
preservó su orden social injusto, que no ha cambiado por falta de decisiones
políticas y de una visión de largo alcance sobre lo rural y su papel estratégico
para el desarrollo. La preservación del orden social rural, con todas sus
inequidades y ataduras al desarrollo, se fundamenta en: (a) una estructura de
la tenencia de la tierra convertida en un inamovible para la política pública, (b)
una jerarquización social que coarta la movilidad de las personas en la
estructura de la sociedad, y (c) una hegemonía política tradicional que
restringe las elecciones libres, limpias y competitivas y que no hace un
reconocimiento político del campesinado.
El modelo de desarrollo rural construido
es altamente inequitativo y excluyente, propicia innumerables conflictos rurales,
no reconoce las diferencias entre los actores sociales, y conduce a un uso
inadecuado y a la destrucción de los recursos naturales. Acentúa la
vulnerabilidad de los municipios más rurales en relación con los más urbanos, y
no permite que se genere la convergencia entre lo rural y lo urbano. Además, se
ha fundamentado en una precaria y deteriorada institucionalidad pública que le
abre más espacios a la actuación de las fuerzas del mercado en una sociedad
llena de desequilibrios e inequidades.
La ocupación productiva del territorio y los procesos de poblamiento indican
serias ineficiencias sociales, productivas e institucionales. La falta de un
ordenamiento del territorio ha facilitado la persistencia de conflictos en el
uso de los recursos y entre los diferentes actores, tanto de quienes invierten
para reproducir el capital, como de los que tienen las actividades
agropecuarias como un modo de vida, y las comunidades que conciben el
territorio más allá de su utilización económica. El Estado poco se ha hecho
presente para ordenar el uso del territorio, regular los asentamientos humanos
y emprender programas de desarrollo rural que ayuden a estabilizar las sociedades
campesinas que por la lógica de su sobrevivencia, se adentran sin límites ni
control, más allá de la frontera agropecuaria.
Ya no es posible ni, sobre todo, aceptable subvalorar lo rural frente a lo
urbano (Gómez, 2008). Hoy lo rural y lo urbano difieren de la visión dicotómica
tradicional que asimilaba lo primero con lo atrasado, lo rústico o disperso, o
con el pequeño pueblito rodeado de montañas, y lo segundo con lo moderno, lo
avanzado o lo refinado. En cambio, cada vez es más claro que ambos están
integrados en una continuidad que impide entender a este sin aquel y viceversa,
lo que se refleja incluso en la literatura.
Esa dicotomía se queda corta para analizar muchos fenómenos de la realidad
presente. Así, la población rural bien puede tener su residencia en centros
urbanos menores aunque trabaje en el campo o derive de allí sus ingresos; o
cuando se desempeñe en actividades complementarias (transporte, comercio u
otros servicios); e incluso, a pesar de que trabaje en labores agroindustriales
de agregación de valor. Los hábitos de vida y los patrones de consumo han
cambiado, nuevas dinámicas han surgido, actividades agroindustriales y
financieras han irrumpido, mayores conectividades con los mercados y con el
resto de la sociedad y la revolución en las comunicaciones se han establecido, y
la ciencia y la tecnología han permeado la producción y la vida rural.
Existe un patrón territorial diferente que establece un continuo entre
territorios urbanos, rurales y semirrurales lo cual da un nuevo valor a las
políticas de desarrollo territorial (De Ferranti et ál., 2005). Todas estas
transformaciones obedecen a factores endógenos y exógenos del sector. Pero en
la fase actual de la globalización e intensificación del desarrollo
capitalista,
Los factores exógenos parecen tener mayor impacto en los cambios de la vida
del campo. Hoy también es claro que lo rural va más allá de lo agropecuario y
que como parte de aquel deben considerarse nuevas actividades productivas de
mucho dinamismo. Tal sería el caso de la oferta de recursos naturales del
subsuelo, de los servicios turísticos, de servicios ambientales y de la manufactura
artesanal.
Jóvenes del sector rural y
sus proyecciones
De acuerdo con el proceso de globalización que viene viviendo el país y que
por tanto ha ido en deterioro de la vida rural, la identidad de los jóvenes de
este sector vive una constante tensión entre la convivencia con las costumbres
tradicionales de sus padres, madres y mayores, y al mismo tiempo el choque con
el mundo globalizado y las nuevas tecnologías o medios masivos de comunicación,
generando dificultades, para arraigar una identidad en algún ámbito, en busca
de valores que les den reconocimiento en la sociedad, a su vez fraccionada
culturalmente.
Las representaciones sociales en los jóvenes son ejes transversalizadores
en sus vidas, ya que a partir de estas, definen muchas cosas, entre ellas sus
proyecciones y los deseos que tienen para sus vidas. Pues en lo rural hay
muchas cosas que determinan esas representaciones sociales, tales como las
oportunidades de trabajo y oportunidades educativas que tienen frente a los
jóvenes de las ciudades, entre otros asuntos.
Una de las graves consecuencias que han tenido que afrontar los jóvenes del
sector rural son las escasas oportunidades laborales y educativas, por lo tanto
surge la migración juvenil y esto trae como consecuencia el alto índice de
población adulta en lo rural, produciendo de este modo, dificultades en cuanto
a lo productivo y promoviendo aún más el cierre o la reducción de las ofertas
laborales.
BIBLIOGRAFÍA:
Colombia rural, razones para la esperanza. (2011) informe nacional de
desarrollo humano. Programa de la ONU para el desarrollo. Bogotá, Colombia
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